THE STOOGES.
"Fun House".
1970.
Gonzalo Aróstegui Lasarte.*
Pocas veces el arte de componer e interpretar rock and roll ha alcanzado el grado de perfección y coherencia logrado en Fun House
(1970), segundo elepé de los Stooges, último de la formación original y
fin también de la relación contractual con Elektra. Si en The Stooges
ya descubrimos el sonido característico de la guitarra en wah-wah del
maestro Ron Asheton aplicado a clásicos que serán padres del punk rock,
la unidad de los siete temas que componen Fun House, la
destrucción a la que apuntan y en la que desembocan, el acercamiento al
free jazz para fundirlo con la sencillez del lenguaje rock y un Iggy Pop
personificando el peligro en sus interpretaciones vocales hacen del
segundo trabajo del grupo de Detroit una obra arrebatadora y
profundamente inspiradora para cualquiera que haga de guitarra, bajo y
batería su forma de expresión.
Grabado en directo en los Elektra Sound Recorders de Los Ángeles, con algún overdub de Ron Asheton, el metálico riff de Down On The Street nos adentra en un mundo de droga y paranoia que se acentúa en Loose y T.V. Eye, dos bombas de relojería de las que beben por igual punk, hardcore y heavy metal. Los majestuosos siete minutos de Dirt, su particular visión bañada en ácido del blues (que los Stooges seguirán retorciendo en Raw Power),
ponen fin a la primera cara. Es entonces cuando entra en escena el
saxofón de Steven Mackay, epígono de John Coltrane y Ornette Coleman, y,
junto a los hermanos Asheton y Dave Alexander, lleva el planteamiento
stooge a su máxima libertad, radicalidad y lirismo en 1970 y Fun House, piezas que, siguiendo su propia lógica y la de toda la grabación, sólo pueden concluir en el paroximso atonal y feroz de L.A. Blues, cerca de cinco minutos de ruido infernal que tanto pueden poner fin como dar comienzo a la pesadilla.
Aunque
pueda parecer imposible, dada la intensidad y dimensión del logro, los
Stooges (Iggy and The Stooges, si hablamos con propiedad; Pop era la
figura que fascinaba a David Bowie y a tantos otros, y el que podía dar
mayor tirón comercial a la banda), con James Williamson a la guitarra,
relegado Ron Asheton a las cuatro cuerdas, serían capaces, tres años
después, de igualar el nivel de Fun House con Raw Power,
otro álbum soberbio y definitivo. Nacidas de ordenar el caos a su
manera, la perfección y coherencia a las que hacíamos mención más
arriba, sin embargo, hacen de Fun House, en mi opinión y en último término, el mejor de los discos de los Stooges.
*Gonzalo Aróstegui, hace un blog especializado en el Rock, desde la Madre Hada Patria, se llama Ragged Glory y es más que recomendable, acaba de publicar su segunda novela "En los antípodas del día", o sea, que es un hombre de letras en serio, y con gran generosidad nos dió el permiso para publicar aquí su texto sobre "Fun House", uniendose así a la celebración del cuarto aniversario de Los Sueños.
1 comentario:
No leí o no recordaba del amigo Gonzalo esta magnífica entrada de los Stooges. La que me alucinó absolutamente fue la de "Raw power". Saludos.
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